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El patriotismo común y corriente es la base del racismo
La aversión de los racistas, cuya consecuencia extrema es la selección según criterios raciales, se dirige contra los que no forman parte del “propio” estado o del “propio” pueblo. Lo que los defensores de la moral oficial no quieren aceptar es en el fondo bastante simple: la aversión contra los extranjeros que no forman parte de “nosotros” supone la idea de formar parte de una identidad colectiva que no sólo consiste en estar sometido a un Estado particular, a su sistema económico etc.
Esta idea justifica todas las obvias oposiciones entre los diferentes intereses sociales, las diferencias en la relación entre prestación y retribución que dependen de la propiedad de la que uno dispone, y justifica también la jerarquía de las profesiones y rentas: en esta visión moral son contribuciones y contribuyentes que la comunidad necesita para que la obra común funcione bien. Aunque personalmente uno considere injusta su propia posición social, queda fuera de dudas que la comunidad nacional debe procurar un orden en el cual cada uno debe ser insertado. Con ello, ya no interesan los medios de los que disponen las diferentes clases de ciudadanos y que causan dependencias muy particulares: se interpretan y reconocen como partes integrantes de un orden –uno de derechos y deberes– que necesita una comunidad para que funcione. Un orden del que no sólo la autoridad debe ocuparse, sino al que encima cada miembro de la comunidad, sea cual sea su posición social y su importancia, tiene derecho.
Historia
La historia del racismo comienza con la segregación presentada en muchos textos religiosos de la antigüedad. Históricamente, el racismo ha servido para justificar crímenes contra la humanidad como el genocidio y diversas formas de dominación de las personas como la esclavitud, la servidumbre, el colonialismo, el neocolonialismo y el imperialismo.
El racismo es hoy definido en todas las instancias y foros internacionales como una afrenta a la dignidad humana básica y una violación de los derechos humanos. Un número importante de tratados internacionales ha intentado terminar con el racismo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) utiliza una definición de discriminación racial asentada en la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial.
En España se crea el concepto de las "castas" o "cruzas" (mestizos, mulatos, castizos, etc.) representando las variedades de mezclas entre las tres etnias europea, indígenas y negros y sus descendientes, sobre la que se creó una sociedad colonial estratificada. En las colonias españolas en América, el mestizaje fue un proceso paradójico, prohibido y al mismo tiempo masivo. La "limpieza de sangre" apareció en el siglo XIV en la España de la Edad moderna. El sistema estableció entre los españoles una diferenciación entre personas de sangre "pura" y personas a los que se les atribuía tener la sangre "impura" o "manchada" o "mezclada" con la población conversa de judíos o moros de España, creándose una diferenciación entre "cristianos viejos" y "cristianos nuevos".
El racismo fue intensamente utilizado a partir de las últimas décadas del siglo XIX por los países europeos para justificar la legalidad de acciones de dominación colonial, jingoísmo y genocidio, en varias partes del mundo. Entre otros muchos actos inspirados y legitimados por la filosofía racista pueden mencionarse, la apropiación en 1885 como propiedad privada de Leopoldo II de Bélgica del Estado Libre del Congo, en el que impuso un régimen esclavista y genocida; la conquista de la notable ciudad de Tombuctú por Francia en 1893 y la destrucción de su cultura varias veces centenaria; la conquista y destrucción del Reino de Dahomey en 1894 por Francia; la conquista de Madagascar por Francia en 1895; la conquista y destrucción del Reino de Benín en 1897 por Gran Bretaña; la apropiación por parte del empresario y mercenario británico Cecil Rhodes de lo que a su muerte se llamaría Rhodesia; la Conferencia de Algeciras de 1906, en la que las potencias europeas consideraron que Marruecos debía ser un "protectorado" de España y Francia; la matanza por inanición y envenenamiento del agua de las poblaciones Herero y Namaqua en el Desierto del Namib, entre 1904 y 1907, por parte de los colonizadores alemanes, considerado el primer genocidio de siglo XX; etc.
La aversión de los racistas, cuya consecuencia extrema es la selección según criterios raciales, se dirige contra los que no forman parte del “propio” estado o del “propio” pueblo. Lo que los defensores de la moral oficial no quieren aceptar es en el fondo bastante simple: la aversión contra los extranjeros que no forman parte de “nosotros” supone la idea de formar parte de una identidad colectiva que no sólo consiste en estar sometido a un Estado particular, a su sistema económico etc.
Esta idea justifica todas las obvias oposiciones entre los diferentes intereses sociales, las diferencias en la relación entre prestación y retribución que dependen de la propiedad de la que uno dispone, y justifica también la jerarquía de las profesiones y rentas: en esta visión moral son contribuciones y contribuyentes que la comunidad necesita para que la obra común funcione bien. Aunque personalmente uno considere injusta su propia posición social, queda fuera de dudas que la comunidad nacional debe procurar un orden en el cual cada uno debe ser insertado. Con ello, ya no interesan los medios de los que disponen las diferentes clases de ciudadanos y que causan dependencias muy particulares: se interpretan y reconocen como partes integrantes de un orden –uno de derechos y deberes– que necesita una comunidad para que funcione. Un orden del que no sólo la autoridad debe ocuparse, sino al que encima cada miembro de la comunidad, sea cual sea su posición social y su importancia, tiene derecho.
Historia
La historia del racismo comienza con la segregación presentada en muchos textos religiosos de la antigüedad. Históricamente, el racismo ha servido para justificar crímenes contra la humanidad como el genocidio y diversas formas de dominación de las personas como la esclavitud, la servidumbre, el colonialismo, el neocolonialismo y el imperialismo.
El racismo es hoy definido en todas las instancias y foros internacionales como una afrenta a la dignidad humana básica y una violación de los derechos humanos. Un número importante de tratados internacionales ha intentado terminar con el racismo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) utiliza una definición de discriminación racial asentada en la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial.
En España se crea el concepto de las "castas" o "cruzas" (mestizos, mulatos, castizos, etc.) representando las variedades de mezclas entre las tres etnias europea, indígenas y negros y sus descendientes, sobre la que se creó una sociedad colonial estratificada. En las colonias españolas en América, el mestizaje fue un proceso paradójico, prohibido y al mismo tiempo masivo. La "limpieza de sangre" apareció en el siglo XIV en la España de la Edad moderna. El sistema estableció entre los españoles una diferenciación entre personas de sangre "pura" y personas a los que se les atribuía tener la sangre "impura" o "manchada" o "mezclada" con la población conversa de judíos o moros de España, creándose una diferenciación entre "cristianos viejos" y "cristianos nuevos".
El racismo fue intensamente utilizado a partir de las últimas décadas del siglo XIX por los países europeos para justificar la legalidad de acciones de dominación colonial, jingoísmo y genocidio, en varias partes del mundo. Entre otros muchos actos inspirados y legitimados por la filosofía racista pueden mencionarse, la apropiación en 1885 como propiedad privada de Leopoldo II de Bélgica del Estado Libre del Congo, en el que impuso un régimen esclavista y genocida; la conquista de la notable ciudad de Tombuctú por Francia en 1893 y la destrucción de su cultura varias veces centenaria; la conquista y destrucción del Reino de Dahomey en 1894 por Francia; la conquista de Madagascar por Francia en 1895; la conquista y destrucción del Reino de Benín en 1897 por Gran Bretaña; la apropiación por parte del empresario y mercenario británico Cecil Rhodes de lo que a su muerte se llamaría Rhodesia; la Conferencia de Algeciras de 1906, en la que las potencias europeas consideraron que Marruecos debía ser un "protectorado" de España y Francia; la matanza por inanición y envenenamiento del agua de las poblaciones Herero y Namaqua en el Desierto del Namib, entre 1904 y 1907, por parte de los colonizadores alemanes, considerado el primer genocidio de siglo XX; etc.